sábado, 10 de noviembre de 2012

Cándido Velázquez-Gaztelu, ejemplo de honradez, fidelidad y buen gestor.

Cándido Velázquez-Gaztelu Ruiz murió el jueves a los 76 años en Madrid. Había nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz). 

Cuesta escribir la semblanza de alguien al que se le tiene un profundo aprecio desde los tiempos en que estuvo al mando de Telefónica entre 1989 y 1996, quien, en mi muy modesta opinión, además de ser una persona con una gran calidad humana, ha sido, sin duda ninguna, el mejor presidente que ha tenido la que fue nuestra empresa, al menos mientras yo estuve trabajando en ella.

Es recordado por haberse enfrentado a las enormes listas de espera que sufría la compañía en los años noventa: más de 600.000 peticiones para conseguir teléfono. Para solucionarlo, amplió enormemente la red y la plantilla existente (de 30.000 a 75.000 empleados) y comenzó a adquirir participaciones en varias operadoras de Sudamérica (Chile, Puerto Rico, Perú y un primer paso en Brasil) y norte de África (Marruecos).

Su trayectoria ha quedado marcada por el paso por tres empresas (Coca-Cola, Tabacalera y Telefónica) y tres líneas de actuación profesional indelebles: la honradez, la fidelidad a la empresa y la buena gestión. Alrededor de esas tres facetas se expanden otras igual de indelebles como la honestidad, los ideales, o la capacidad para hacer amigos. De lo primero deja testimonio la sencillez que siempre marcó su vida, que en los tiempos que le tocó no era precisamente muy común en los que estaban en el palmito y que alcanzó mayor dimensión, si cabe, por la actuación que desarrolló su sucesor en Telefónica, Juan Villalonga, paladín de la cultura del pelotazo y del dinero fácil, cuyo librillo de actuación tuvo muy poco que ver con el suyo... De Velázquez-Gaztelu nadie va a encontrar ningún episodio en el que se saliera de la línea de humildad que le caracterizó. De su fidelidad a la empresa sirva de ejemplo que en su casa, como recuerdan sus hijos, nunca entró una Pepsi-Cola.

Y de la buena gestión queda la impronta que dejó en las tres empresas que trabajó; pero, sobre todo, en lo que fue el inicio de la expansión internacional de Telefónica con la entrada en varios países latinoamericanos, que, con el paso del tiempo, condujo a la conversión de la compañía en una las principales multinacionales del planeta.

Ejercía de andaluz. Nunca perdió el acento, que remarcaba si era preciso. Como buen jerezano, era experto en flamenco. Además le apasionaba leer y trabajar. Amó Andalucía, Jerez y Granada, las ciudades en las que vivió. En Granada acabarán sus cenizas, para la memoria de este hombre que era, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Descanse en paz un buen hombre y un magnífico presidente, que fue, de Telefónica.

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